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Una historia de Navidad (parte 1)

Actualizado: 26 dic 2021



Tienes todo listo para la cena de navidad. Ha sido medio infierno, pero “está bien”, te dices, “la verdad es que es la primera vez que te esmeras tanto.” En realidad, piensas un poco más, nunca habías hecho tú la cena, principalmente porque aún vivías con tu ex y él siempre cocinaba todo. Es triste que no haya funcionado pero bueno, eso ya quedó en el pasado y ahora vives una vida completamente distinta, con una nueva pareja que te hace feliz y que, por sobretodo, hace feliz a tus hijos y hoy lo vas a presentar frente a la familia. Así que todo tiene que ser perfecto.



El tiempo se ha ido volando y ya tienes todo casi listo. Daniel, tu pareja, te ha ayudado a hacerlo y gracias a un extraordinario trabajo en equipo, el pavo ya está en el horno perfectamente bien envinado, la ensalada de manzana quedó tan perfecta que el Waldorf-Astoria te va a hablar para pedirte la receta, y la casa parece como sacada de un sueño de lo bien que la arreglaste ¡Bravo! ¡Bravo! Te aplaudes con arrogancia, no sólo porque todo está impecable sino porque incluso hay tiempo para tomar una copa de vino.


Te sientas con la libación correspondiente en la mano y ves uno de los aretes que te ibas a poner hoy, en la mesa. Tu cabeza comienza a volar ¿Por qué está el arete en la mesa y no en tu joyero donde lo guardaste, junto con su par, para que no se te perdiera? Estás furiosa, y en ese momento entra Romina, tu hija de 10 años. Su cara de culpa te cuenta toda la historia de lo que pasó con tus aretes y, decepcionada, desistes de tomarte unos minutos antes del caos para atender este asunto.


La cena no ha ido tan mal. Parece que Daniel le ha caído de maravilla a toda tu familia. Lo único que ha sido un verdadero dolor de muelas es Romina; se ensució el vestido desde el minuto 1, no ha parado de pelearse con el hijo de tu hermana, no ha dejado de hacer berrinche y, encima, dejó caer tu arete favorito a la coladera, por andar jugando con él. Ha sido un verdadero problema y te tiene a punto del colapso, pero entonces escuchas el “ding” providencial. El pavo está listo.


Con toda la calma y la elegancia, digna de Lady Di, abres el horno y te dispones a sacar el pavo, cuando recuerdas que lo primero era ponerse el guante de cocina. Lanzas un grito ensordecedor y caes al suelo con todo y pavo. Te levantas rápidamente con el ardor en la mano y te pegas con la campana de la estufa en la cabeza. Involuntariamente te volteas en un solo movimiento y derramas el vino en tu vestido. En ese momento entra Romina y lanza un “Mami”

que te hiela la sangre y sin pensarlo, le gritas con tanta fuerza que hasta las lámparas se mueven ¡¿Qué quieres, Romina?!


El tiempo se detiene con todo y la tierra. Ves la cara de Romina y en ella no sólo ves todas las veces que tú y tu ex discutían mientras ella estaba cerca, todas las veces que las cosas se salieron de control porque simplemente se resistían a aceptar que las cosas no funcionaban. Ves todas las veces que tuviste que ir a consolarla a su cuarto, porque la pobre no podía parar de llorar por el miedo. No sólo viste todo eso, sino que, por primera vez, en esa cara de espanto, te viste a ti misma. Romina se va corriendo a su cuarto y a ti te consume una emoción que aún no ha asomado su horrendo rostro pero que poco a poco lo hará.

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