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El amor es un presente

En este 14 de Febrero, día del amor y la amistad, queremos regalarles el don de estar, completamente gratis, de Cepanka para ustedes, y lo único que tienen que hacer para disfrutar de este regalo es olvidarse de todo y concentrarse, exclusivamente, en cada una de las instrucciones que a continuación les vamos a ofrecer. Es muy importante que centren toda su atención en la más mínima acción, en la más ínfima de las sensaciones, en el más sutil de los sonidos, de los sabores, de las texturas, y de los olores, de otro modo el regalo que les queremos ofrecer a ustedes 2 no funcionará. Habiendo aclarado

estas instrucciones, podemos pasar a desenvolver el presente.


Siéntense frente a frente y mírense a los ojos, de preferencia esto ocurre en un ambiente a media luz, si se puede con velas, mejor. Si ese es el caso busquen el reflejo de esa tenue luz en la mirada de su pareja. Miren cómo se mueve con el viento que agita el pabilo de la vela. Miren como el iris de quien está frente a ustedes se agranda por el simple efecto de la luz. Respiren hondo, con calma, traten de sincronizar el ritmo de sus respiraciones, hasta que se conviertan en una.

Respiren y sientan el aire en sus pieles, contemplen la sola idea de que esa misma briza roza la piel de su amante, y entonces es casi como si ustedes acariciaran esa piel, con la delicadeza de un suspiro que murmura un ruego místico junto al oído.


Para esta experiencia, también vamos a necesitar un vino; sugerimos que sea un Pinot Noir, pero el que ustedes gusten está perfecto. Ahora, tomen su copa de vino, miren el color, poniendo mucha atención en esa tenue línea color rubí que se dibuja alrededor de la copa. Alcen la copa y mírenla desde abajo, noten cómo cambia de rubor, del mismo modo en el que cambian las mejillas de su pareja cuando les dicen “te amo”. Después, inclinen la copa delicadamente y regrésenla a su vertical, noten como el vino deja un rastro en la superficie de la copa, una especie de lagrimeo que cubre la piel de vidrio. A esa vereda acuosa la llamamos “piernas” y habla del cuerpo del vino ¿notan como la cata de vinos habla el mismo lenguaje del amor?


Es momento de pasar a la nariz. Lleven la copa, sin agitarla, a su nariz. No tengan miedo, húndanla hasta adentro, tratando de crear un vacío entre la copa y su boca, de modo tal que no se escape un solo aroma y que no entre otro ajeno. Cierren los ojos y concéntrense en los olores ¿a qué huele? No piensen, simplemente déjense llevar y nombren al unísono cada una de las notas que encuentran. Quizás detectan el olor al chocolate, la presencia del clavel, la potencia de la pimienta, el bizarro olor de un contenedor de pelotas de tenis… lo que sea es correcto. Después, agiten la copa vigorosamente y vuélvanla a oler ¿cómo cambia? ¿Qué olores nuevos detectan? Quizás es el olor a tabaco, a café, o tal vez a pasto mojado. Puede ser que sea el olor que había en aquel momento en el que se besaron por primera vez o el olor a su cabello cuando por primera vez amanecieron en la misma cama.


Finalmente, pongan la copa en la mesa y déjenla descansar. Mientras tanto, mírense a los ojos, sonríanse, tóquense si gustan, díganse algo breve y huelan de nuevo el vino. El olor cambia de una manera muy sutil, pero lo hace, sólo hace falta concentrarse para detectar cómo lo hizo. A ese cambio se le llama buqué y es el aroma que deja el más delicado y provocativo de los perfumes, el que finalmente invita al placer… Así que, finalmente, beban chocando las copas, pues el vino se disfruta con todos los sentidos, con el olfato, la vista, el tacto de los dedos sobre la copa, y el sonido de un brindis.


Disfrútense en este presente que les acabamos de regalar ¡Salud!




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