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Educar para amar


Educar en y para el amor


Nos movemos en una época de marcados contrastes. Hoy más que ayer, el futuro de nuestra especie corre riesgos inéditos. Nos acechan temores nuevos y, sin embargo, la educación sirve para luchar por la vida e imaginar nuevos caminos. Sigamos soñando para construir lo inesperado, para imaginar aquello que hoy parece imposible, pero que quizá aparezca a fuerza de intentarlo. Nuestra fuerza no es soñar despiertos, sino tener despiertos los sueños.


Los educadores (padres, maestros, abuelos…) contamos con la palabra creadora de sentidos; requerimos magia y voluntad para guiar a los niños. Educar es contribuir a la felicidad de los otros, a establecer puentes, tarea difícil en una sociedad de extremo individualismo , en la que los niños parecen viajar solos o mal acompañados.




Cada día, cada momento, cada espacio constituyen oportunidades para romper la inercia y construir la esperanza de un mundo


La educación se construye no con certezas, sino con preguntas. Preguntar es una forma de recrear el mundo; de indagar con el corazón en la mano, a sabiendas de que no existe una clave que nos permita responderlo todo.


Enseñemos a los niños a celebrar la vida, a agradecer lo vivido, a reconocerse como parte de una comunidad; a ver la vida con una actitud de desprendimiento y de tranquilidad.


Vivamos intensamente para que nuestra esperanza de construir un mundo mejor, aún en medio de este presente azaroso, se desborde hasta alcanzar todos los confines del planeta.







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